Y aquella tarde se largó y me dejo allí plantada bajo la
lluvia. Con un beso en los labios para él que en ellos quedó esperando. Y yo con
mi vestido corto, ese que a él tanto le gustaba… y el carmín intacto. Con el
alma destrozada y el corazón en la mano. Me dijo que aquello ya fue, que
pertenecía al pasado. Las mejillas
sonrosadas y el llanto contenido inútilmente, pues las lágrimas brotaban como
si de ríos se trataran mis ojos. Sus ojos verdes me miraron impasibles, y con
la expresión quebrada dio la vuelta y sin más dilación, allí, junto al puerto, salió de mi vida para
siempre…