Esta vez sí, está decidido.
Y antes de que pueda hacer click en “Enviar” suena el timbre. Suspiro. Dejo el e-mail para después. Es tarde, ya a anochecido. No lo pienso. Abro… y ahí está él. Con su melena castaña, su barba de tres días y sus ojos verdes que nunca mienten. “Hola…” me dice con su sonrisa, esa sonrisa irresistible que me encanta. “Te echo de menos”.
Y con mis manos mecanógrafas sobre el teclado, le digo que ya no, que ya no quiero seguir así, que ya no quiero la distancia. Escribo: “Tenemos que acabar con esto cuanto antes…” “No hay otra solución…” “Esto no puede seguir así.” Esas son mis palabras heridas de soledad.
Y es que llevo tanto tiempo lejos de él que casi se me olvida cómo es el tacto de su piel. Casi se me olvida la forma en que mis dedos dibujaban su cuerpo, la manera en que me besaba. Casi se me olvida que estoy perdidamente enamorada de él…Demasiado tiempo…
…Te escribo esto para decirte que todo lo que hemos vivido aquí juntos, ya forma parte del pasado. Es el momento de hacer un cambio. Un cambio drástico; un giro de ciento ochenta grados a nuestras vidas. Te escribo para decirte principalmente, que estoy harta de todos esos kilómetros que nos separan; y para ponerle remedio a ese dolor, no se me ocurre otra cosa que largarme de aquí. Me voy, definitivamente me voy. Me voy contigo, me marcho para ir a buscarte a tu casa de LA. Si aún me echas de menos y si aún me amas al menos tanto como yo a ti, mándame una respuesta. La esperaré impaciente.
Te amo.