Cuando comprendes que ya no puedes hacer nada y comienzas a intentar seguir con tu vida, llega un dolor aun más intenso…el del vacío. El vacio que te corroe, que te convierte en un ser inerte incapaz de sentir nada más. Piensas, ya no soy la misma persona, no puedo serlo. Me han arrancado una parte de mi ser…
Pero pasa el tiempo y las lágrimas que antes caían noche
tras noche por tu mejilla cálida y húmeda se secan. Ya no lloras o al menos ya
no tanto. Empiezas a ver que hay más gente a tu alrededor. Que tú puedes solo
que eres alguien, que eres un individuo único e inimitable. Vuelves a ser tú y
te gusta esa sensación. Comprendes ahora que todo puede desvanecerse como por
arte de magia de la noche al día y que por ello hay que disfrutar de cada cosa
que nos ofrece la vida, como si fuera lo último que hacemos. Todo puede
superarse, es cuestión de intentarlo, de luchar y de ser fuerte.
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